Hay personas que dicen que tatuarse el nombre de alguien es una absoluta gilipollez, y yo te llevo a ti, llevo nuestro símbolo, que no sólo nos representa a nosotros en sí... Representa a los veranos perfectos, a nuestras escapadas, a nuestras noches en vela mientras hablabamos de tonterías, a tus sorpresas, al roce de nuestras pieles que se coordinaban a la perfección desde el primer momento... Aunque hay que decir que llevo conmigo nuestras discusiones, nuestras semanas sin dirigirnos la palabra por el orgullo, las veces que no supimos estar ahí para el otro, la distancia que nos llegó a separar hasta tal punto de tirar la toalla y sobretodo llevaré conmigo el motivo porque el hoy, después de casi cinco años de amor incondicional, nos tratemos como auténticos desconocidos. La mentira.
Hay tantas cosas que llevo tatuadas sin saberlo...
Son tatuajes emocionales. Todos los tenemos, todos sabemos lo que son. Son el motivo por el que no nos gusta hablar del pasado, el mismo pasado que intentamos ahogar mientras nos ahogamos en bebida, sin darnos cuenta de que, otra vez, el pasado nos vuelve a devorar, haciéndonos confundir sentimientos, haciéndonos creer que todo puede cambiar, dándonos esperanzas otra vez, dándonos un motivo inexistente para volver a intentarlo.
No quiero más tatuajes emocionales, quiero hacer borrón y cuenta nueva, pero me asusta no estés en esa cuenta nueva, porque seré imbécil, pero no quiero olvidar los veranos, tu olor, tu risa, tus pequeños detalles, tus pros y tus contras, no quiero olvidarte, sólo quiero volver al pasado otra vez.